25 años
Está en Ciudad de México
Filósofo e Historiador del Arte
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Mayo
En el espectro afectivo, muchas de mis relaciones condicionadas por la cercanía física
han visto mermada su efervescencia. En el mismo sentido, relaciones creativas y
laborales, así como los proyectos individuales y en conjunto previstos, han sido
suspendidos frente a la emergencia de otras necesidades prioritarias.

Sin embargo, el confinamiento ha promovido la exploración de otras esferas de lo íntimo y
de la producción teórica individual. En este sentido, el tiempo para la escritura ha sido una
de las grandes contribuciones del confinamiento, permitiendo desarrollar una serie de
producciones paralelas que en las prácticas cotidianas hubieran resultado imposibles.

La presencia de mi cuerpo ha sido una reiteración constante de un aspecto material que
generalmente es un dato no mediado en mis modos de vida. Experimentar el
confinamiento no sólo ha implicado un modo diferente de habitar mi habitación,
departamento y edificio, sino de poner en juego mi cuerpo en relación con los espacios.
En ese sentido, la toma de conciencia de mi corporalidad, ha sido marcada por una
intimidad del espacio en el que puedo explorar mi extensión material dentro de otros
límites fuera de mí mismo. Paralelamente, ha significado que el único contacto que tengo
con un cuerpo vivo es conmigo, lo cual conlleva modos diferentes de exploración sexual y
de apreciación del valor de la carne.

Una relación insistente en mi día a día es la que guardo con mis propios procesos de
cambio físico y mental. De algún modo, el confinamiento ha logrado diluir mi percepción
del paso del tiempo, acelerándolo o ralentizándolo indistintamente. En este sentido, la
relación que guardo con mi propio envejecimiento me ha puesto en crisis sobre el tiempo
“perdido” y el “ganado” durante la contingencia. En última instancia, la crisis sanitaria ha
dejado en evidencia la incapacidad e incertidumbre que debemos fagocitar para pensar
en un futuro.

En primera instancia, no. Respecto a mis relaciones familiares de nacimiento, los matices
de su naturaleza se han mantenido constantes. La falta de cercanía y el restringido
involucramiento afectivo ha permitido que el confinamiento no haya afectado nuestras
relaciones. Sin embargo, ciertos tipos de relaciones de familiaridad se han acentuado ante
las necesidades afectivas de las personas con las que me relaciono. El encierro ha
servido para formar vínculos de otra naturaleza que también son de familiaridad.

Mis relaciones afectivas y sexuales han pasado por una transformación ante la
incapacidad de situar a los cuerpos en contacto. Otros modos de exploración sexoafectiva
han surgido como medios para su satisfacción. Naturalmente, los medios técnicos y
digitales han sido los canales más inmediatos para mantener esos vínculos.

La producción cultural elaborada desde las trincheras de la academia, ha estado
determinada por una serie de prácticas históricas de intelectualismos irrealistas y
acríticos, donde en muchos casos, los mismos productores que las intentan contrariar son
incapaces de reconocerlas como propias. Frente a los efectos de la coyuntura política,
económica y social que atravesamos los distintos conjuntos sociales en el campo cultural,
me parece insuficiente la reflexión desde las posiciones de privilegio académico,
museístico y de investigación. Pensar las posibilidades del museo, los medios de
divulgación cultural y de las instituciones de investigación ante el encierro, parece un tanto
trivial ante las problemáticas económicas, sociales y de salud que atraviesa el grueso de
la población. En este sentido, mi llamado a la producción creativa e intelectual propia y de
mis allegados, ha sido por pensar más allá de las posibilidades de acción que hay en los
núcleos de privilegio (a los que muchos pertenecemos) y en las estructuras de producción
cultural que reactualizan el valor de los sistemas económicos y sociales a los que nos
vemos sometidos. Mi llamada ha sido por actuar desde el mismo terreno de batalla,
haciendo una crítica realista para que desde nuestro dominio de discurso, intentemos
modificar las condiciones que ha promovido el sistema cultural actual.

Estando mi producción creativa íntimamente relacionada con la producción teórica, la
relación conmigo mismo ha sido profundamente de procuración. Paralelamente, los
ejercicios colectivos de producción intelectual y creativa en los que participo, han
requerido un compromiso de trabajo con colegas y maestros. No pertenecer laboralmente
a ninguna institución me ha dado libertad de dirigir mis investigaciones hacia diferentes
trincheras relacionadas con colectivos e individuos. Todas mis relaciones sociales se han
vuelto, de algún modo, relevantes para mi trabajo creativo.

Los intereses de mis investigaciones actuales, promueven la interacción con personajes
de esferas ajenas a la producción cultural. Mi relación teórica con los expedientes de la
violencia urbana, la configuración visual de los circuitos culturales subalternos y las
tecnologías de producción de imágenes, me han puesto en relación con los protagonistas
de las historias.

Problematizaría la identidad de un producto cultural como objeto de valor en tanto
productor de beneficios. Pensar la cultura y sus productos como industria parecería limitar
las potencias de su actuar, sus medios y fines. Esta apreciación motiva mi rechazo a la
propiedad hegemónica de la academia y las instituciones culturales sobre la producción y
los medios económicos y materiales que la posibilitan. Sin embargo, parecería ingenuo
suponer un distanciamiento sustantivo de la producción creativa o intelectual respecto a
los circuitos institucionales. En este sentido, me parece que dadas las condiciones
actuales que limitan las posibilidades para la creación y procuración del sector cultural, la
única posibilidad es la implementación de herramientas para la producción crítica desde
trincheras pequeñas.

La encomienda por la producción cultural, política, social o crítica no es en la práctica una
bandera compartida entre los productores creativos. La mediación entre intereses de la
industria cultural, la producción crítica, las exigencias económicas y políticas, y las
necesidades de la población, debe ser un factor fundamental entre los interesados en
utilizar los recursos materiales de las instituciones para generar derivas críticas. En caso
contrario, la economía creativa seguirá estando determinada por las instituciones, el
Estado y los intereses de monopolios culturales privados.

En este sentido, mi apuesta es por insistir en la permanencia de los recursos necesarios
para el desempeño óptimo de las instancias culturales. Sin embargo, para salir de la
esfera de la futilidad, la labor fundamental no está del lado de aquellas economías
creativas, sino en el modo en que los creadores culturales puedan hacer de la cultura un
bien que sobrepase las fronteras de las instituciones y los círculos de la producción,
crítica y consumo sectario.
¿Qué interrumpiste y qué has comenzado a causa de esta cuarentena?









¿Cómo ha cambiado la percepción que tienes de tu cuerpo?









¿Cuál es tu relación con la vejez?







¿Ha cambiado el rol familiar que interpretas?






¿Cómo experimentas tu intimidad durante esta pandemia?




¿Qué iniciativas tienes por tu comunidad creativa?
















¿Qué relaciones sociales son relevantes para tu trabajo creativo?













¿Por qué modelos de economía creativa apuestas?

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