28 años
Está en la Ciudad de México
Historiador del arte y de literatura
@luigi_on
Julio
¿Qué interrumpiste y qué has comenzado a causa de esta cuarentena?
¿Cómo ha cambiado la percepción que tienes de tu cuerpo?
¿Cuál es tu relación con la vejez?
¿Ha cambiado el rol familiar que interpretas?
¿Cómo experimentas tu intimidad durante esta pandemia?
¿Qué iniciativas tienes por tu comunidad creativa?
¿Qué relaciones sociales son relevantes para tu trabajo creativo?
¿Por qué modelos de economía creativa apuestas?
No cabe duda de que nadie ha salido ileso de las supresiones y limitaciones en estos meses. Nos
robaron la primavera, y ahora, el verano.
Se interrumpieron las clases presenciales que impartía, nos mudamos a un sistema en línea. Ha
sido un proceso sumamente complicado, echo de menos el ritual de camino a la universidad, el
saludo al vigilante, la firma de asistencia, la entrada al salón, la interacción con los estudiantes y un
millar de cosas más; me da la sensación de que la distancia virtual alenta y aleja. La imposibilidad
de consultar bibliotecas, archivos o visitar museos complica todo. Un cambio tan abrupto e
improvisado sin duda modificó las dinámicas de aprendizaje y los intercambios humanos.
También se pausó mi proceso de graduación de la maestría, lo que se traduce en una agónica
espera que detiene otros trámites de mi vida.
En estas más de quince semanas también le he encontrado el encanto al encierro y al aislamiento.
Como buen géminis, suelo dejar las cosas a la mitad. Pero estos días me han servido para
continuar y concluir lecturas que tenía abandonadas, he visto un montón de cine mexicano, me
inscribí a un curso virtual de estudios decoloniales, y me he dado tiempo de escribir e investigar
sobre las cosas que más me apasionan: siglo diecinueve, ciudad, espacio, memoria, escultura y
arquitectura.
En la antigua normalidad solía dar un montón de pasos cada día. Procuraba hacer grandes
distancias caminando, la deriva era un ejercicio que disfrutaba mucho. Hoy mi cuerpo ya no se
acuerda de esa sensación. Más bien mi percepción corporal se manifiesta con los dolores que me
reclama en los dedos, en las muñecas y en la espalda después de estar frente al computador por
varias horas. Hago el esfuerzo por cumplir con series de ejercicio físico y con una alimentación
sana, pero otra vez, como buen géminis, me cuesta adaptarme a las repeticiones y a los hábitos.
La pandemia y otras experiencias cercanas y recientes en mi vida han despertado en mí el interés
por conocer más de ese tránsito corporal que Susan Sontag denominó como “reino de la
enfermedad”, reino del que nuestros cuerpos son ciudadanos en algún momento de la vida.
En cuanto a mi adorno corporal: las camisas bonitas y los pantalones de colores no han sido una
constante en estos meses.
Tengo una relación ambivalente. Por un lado, me angustia, pues crecer duele. Me asusta ser
consciente de cómo es inevitable no ver el paso del tiempo sobre nuestros cuerpos, espacios y
objetos; tiempo que parece ir cada vez más rápido, sin dar tregua. Pero también despierta mi
curiosidad por aprender siempre más y comprobar la veracidad del conocido refrán que cuenta
cómo el diablo sabe más por viejo que por diablo.
Definitivamente. En las primeras semanas de la cuarentena me enfrenté a una pérdida enorme. Su
ausencia y su recuerdo me dan una perspectiva nueva de la magnitud y del valor de la palabra
“familia”.
Con nostalgia y miedo. Extraño mucho la cercanía, el tacto, los abrazos y los besos. Ahora todo se
limita a un “contacto” a través de la pantalla quebrada de mi celular, y a la enorme incertidumbre
de cuestionarme cuándo acabará la agonía y qué nos espera.
Concepto amplio el de comunidad creativa. Creo que se trata de buscar maneras de generar
empatía, estabilidad y trabajo interdisciplinario. Resaltar la importancia de la labor del humanista
y, sobre todo, siempre ser conscientes de la idea de generar comunidad. Sumado a los problemas
de inestabilidad que suelen existir en una red de personajes creativos, se presentan otros como el
elitismo y el egoísmo, es importante crear una comunidad alejada de ello. Pienso también en mi
labor como docente y en que desde nuestra trinchera se debe propugnar por unir. Y que si bien,
no nos es fácil resolver emergencias como salvar la economía o la salud de alguien, sí podemos
intentar dar soluciones y reflexiones ante los problemas que nos acechan.
Todas. La interacción social es indispensable, por ejemplo, para mi labor de curiosear y escribir.
Por ahora mis relaciones sociales se han limitado a instrucciones laborales por correo, a
videoreuniones utilizando filtros de instagram, a recibir entregas por mensajería, a textos por
whatsapp y a clases por zoom.
Por impulsar el reconocimiento, la validación y la profesionalización de los trabajos creativos. La
distancia y la tecnología sí se pueden explorar y son un apoyo, pero también necesitamos ser
conscientes de que el trabajo involucra necesariamente el contacto, el sentimiento, el diálogo y,
ante todo, la mirada.
Belleza
Familia
Amor
Trabajo